Pedí al Supremo el alma de un consejo
que liberara al corazón del frío,
rescatando mí pálido navío
para mirarme en celestial espejo.
Y Dios oyó mi ruego y su reflejo
lavó con aguas prístinas de río
las heridas, los miedos, el vacío,
que habían sido mi lúgubre cortejo.
Conjurados los hielos de la muerte,
salvados del dolor, yo te consagro,
oh Señor, mi existencia y la del que amo.
Porque me has hecho fiel y ahora soy fuerte
y creo para siempre que el milagro
existe más allá de mi reclamo.
que liberara al corazón del frío,
rescatando mí pálido navío
para mirarme en celestial espejo.
Y Dios oyó mi ruego y su reflejo
lavó con aguas prístinas de río
las heridas, los miedos, el vacío,
que habían sido mi lúgubre cortejo.
Conjurados los hielos de la muerte,
salvados del dolor, yo te consagro,
oh Señor, mi existencia y la del que amo.
Porque me has hecho fiel y ahora soy fuerte
y creo para siempre que el milagro
existe más allá de mi reclamo.